En un momento de máxima polarización política en medio mundo, las hermanas Coulin llevan al plano microsociológico en ‘The Quiet Son’, las consecuencias de las exacerbadas políticas populistas que arrasan en Europa.
Un estupendo Vincent Lindon (premiado con la Copa Volpi al mejor actor) interpreta a un afectado viudo de clase humilde, que compagina su trabajo en una compañía ferroviaria con el cuidado de sus dos hijos. Un hombre de principios y con un código moral férreo pero extremadamente cariñoso y cercano a sus hijos. Sin embargo, las divergencias entre los dos hermanos —uno a punto de entrar en una importante universidad y el otro sin oficio ni beneficio— se acentúan cuando este último (Fus), comienza a salir con grupos de extrema derecha. Una ideología que se infiltra rápidamente en su rutina, asistiendo a combates de lucha libre clandestinos, uniéndose a grupos ultras en los partidos de futbol y metiéndose en peleas. Es este suceso el objeto de deterioro del tejido familiar, y que pone a prueba unos lazos afectivos que aparentemente estaban consolidados. Sin grandes aspavientos ni artefactos melodramáticos, las hermanas Coulin llevan a cabo un retrato profundo de las relaciones paternofiliales y de los intereses de la juventud. Reforzado por un notable trabajo de cámara —las composiciones de plano van progresivamente evidenciando el distanciamiento familiar— y un reparto en total estado de gracia, entre el que destaca Vincent Lindon, el padre, un solvente actor francés que aquí entrega el mejor papel de su dilatada carrera.
‘The Quiet Son’ funciona tanto en su condición de drama familiar como en su vertiente política, ofreciendo un retrato de rabiosa actualidad que merece nuestra atención y reflexión.