Ver una nueva película de Spielberg significa siempre enfrentarse a lo desconocido. El director estadounidense lleva 50 años entreteniéndonos con su arte y, sin embargo, su obra está siempre en constante movimiento y evolución. No solo cambia de género con frecuencia, sino que nos cuenta historias con una mirada joven, fresca y perfectamente moldeada al género en cuestión. Se adapta como un guante a sus códigos e idiosincrasias, manteniendo siempre su particular sello de calidad.

En ‘The Fabelsman’, su película más personal hasta la fecha, Spielberg nos adentra en su juventud o al menos en una muy similar a la suya; retratando la vida familiar que lo rodea y su creciente pasión por el cine. Veinte años de su vida, que transcurren en pantalla en dos horas y treinta minutos, repletos de drama, comedia y romance. Una historia que nos conecta con nuestras propias vidas, a pesar de la aparente lejanía de lo que se narra. Sí, nuestra primera película vista en el cine no fue una de Cecil B. DeMille, ni nos criamos a caballo entre Arizona y California como hijos de inmigrantes judíos, pero la esencia de lo que se narra, tiene una fuerza y calado emocional que trasciende a todo ello. La felicidad desinhibida de la infancia, el abrazo de una madre, el primer amor, el temor al fracaso, la pérdida de un ser querido, los desencuentros familiares, los amores no correspondidos… Una serie de postales de nuestros recuerdos que, inevitablemente, se aparecen ante nosotros durante el visionado. Unos amargos y tristes, otros dulces y divertidos, pero a la postre, todos, positivamente reveladores. ‘The Fabelsman’ por ello, trasciende más allá de lo puramente formal, sin olvidarnos, claro, de la sutil y bella partitura de Williams, las cautivadoras interpretaciones y lo que la cámara de Spielberg consigue milagrosamente, ofrecer los mejores encuadres pasando desapercibida.

Una carta de amor al cine, que toca todas las notas necesarias para ser memorable, especialmente en un final en el que Spielberg se levanta de la silla para decirnos, «aquí estoy yo». John Ford, David Lynch y un último plano genial, bajan el telón. No se la pierdan.

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